Presentamos el blog

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Un grupo de profesores y profesoras muy próximos a la Biblioteca tomamos la iniciativa de confeccionar este blog que se presenta con la finalidad de compartir experiencias en torno a la lectura. Es intención de los creadores de este blog que sea abierto a toda la Comunidad Educativa, tanto en la confección de las entradas como en los comentarios que puedan hacerse sobre los temas que se traten. Os invitamos a participar y convertiros en sus protagonistas.

martes, 23 de abril de 2013

El epigrama: de graffiti a obra de arte


EL EPIGRAMA

Cómo la “pintada” se convirtió en obra de arte.


Caminando por nuestras calles o cuando entramos a un baño público, en un árbol o en cualquier rincón o superficie que se deje pintarrajear o arañar, podemos encontrar graffiti y pintadas de todos los tipos y de todos los gustos, desde los más groseros hasta otros que llaman la atención por su ingenio o por su “mala leche”, en prosa o en verso, desde el dibujo obsceno hasta la composición que invita a los que pasan por allí a detenerse un momento para admirarla.


Dejando aparte la moda reciente de los “grafiteros”, que se dedican a composiciones pictóricas más ambiciosas, la costumbre de cubrir de pintadas cualquier pared es muy antigua. Cuando los arqueólogos descubrieron las ruinas de Pompeya, se sorprendieron al ver que la mayor parte de las paredes, incluso las de dentro de las casas, estaban llenas de pintadas, textos y dibujos, que iban desde la propaganda electoral y los anuncios de espectáculos, pasando por declaraciones de amor, de odio, de apoyo a un determinado gladiador, elogios a un caballo vencedor en las carreras, hasta llegar a insultos violentos, maldiciones, así como las groserías y obscenidades más atrevidas y directas, sin excluir las caricaturas de algunos vecinos.Un ejemplo es la imagen de esta pared de Pompeya.




Graffiti de Pompeya

                                                      
Algunos de esos graffiti sorprenden al que los lee: escritos en verso, de hechura elegante, contienen insultos, burlas o declaraciones de amor que, en muy pocas líneas, expresan abiertamente los sentimientos del que los escribió. Da la sensación de que sus autores eran conscientes de que iban a tener un público muy numeroso y que ese público sabría valorar la gracia y el arte de estos “minipoemas”.

Y es cierto. Porque un año después de que las cenizas del Vesubio sepultaran Pompeya, las librerías de Roma, coincidiendo con la inauguración del Coliseo, ponían a la venta lo que sería el best-seller de la época: un libro de epigramas que Marco Valerio Marcial, un joven hispano afincado en la capital del imperio, había escrito con motivo de dicho acontecimiento. El libro tuvo un éxito y una difusión enormes, igual que los otros catorce libros que le siguieron en los veinte años posteriores. Su fama fue tan grande que, aunque dejó Roma y regresó a su ciudad natal por motivos políticos, siguió publicando libros que se copiaban y leían de una parte a otra del imperio. El premio a su carrera lo recibió de una acaudalada admiradora, que le regaló una finca como recompensa a un paisano tan ilustre. Sus paisanos de hoy le han regalado el busto que vemos aquí.


Busto de Marcial en si ciudad natal de Calatayud

Y lo que le dio tanta fama a Marcial no eran otra cosa que graffiti, pintadas como las mencionadas antes, escritas en elegantes versos, solo que estas pintadas nunca habían estado en ninguna pared, sino que habían nacido ya sobre un papel, dentro de una colección y destinadas a ser publicadas en un libro: eran epigramas.

Coleccionar grafitti artísticos – en griego se dice “epigrámmata”, que significa algo así como “inscripciones” – y publicar dichas colecciones fue una moda que surgió en Alejandría tres siglos antes de que viviera Marcial. Así nació un nuevo género poético, el epigrama, que ya no era la copia de una pintada más o menos “fina” escrita en cualquier muro, sino un artístico y elaborado “minipoema” compuesto imitando la forma y los temas de las pintadas y destinado a ser leído y aplaudido por un público amante de este arte desenfadado, aunque no por ello menos difícil y exigente que los otros géneros poéticos considerados “mayores”.

Dicho esto, queda claro que un epigrama no es otra cosa que una “pintada” convertida en obra de arte.

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